Historias de mis sueños (I)

Una cena. No recuerdo porqué. Mis padres querían ir a cenar con otras personas. No sé quienes son. Son familia (o eso dicen).
Entramos en el hotel-restaurante, el Palms. ¿No tengo yo un amigo que trabaja aquí?
-Nikki, vamos a nuestra mesa, no te quedes atrás.
Sigo a mi padre por cientos de mesas, hasta llegar a la nuestra. ¿Porque este sitio está tan poco iluminado? Da igual, el ambiente no es desagradable. Mesas con manteles morado oscuro, velas en cada una y unos centros de mesa con flores. No está mal.
Me siento en una esquina de la mesa al lado de mis padres, que mantienen una conversación con los supuestos familiares.
Me aburro mucho. ¿No tengo yo un amigo que trabaja aquí? Piensa Nikki. Pero piensa bien.
¡Ya lo tengo! Dorian. Él trabaja aquí. Si le busco quizá pueda pasar el rato con él, pero no quiero ser un incordio. Bueno, por saludar no pasará nada. Trabajaba en... en... recepción. Buscaré la recepción después de pedir la cena y preguntare por Dorian.
Pasan diez minutos inaguantables hasta que aparece una camarera joven, que suelta el típico rollo de camarera. Le digo la primera lo que quiero y cuando se marcha decido ir en busca de mi amigo.
-Papá, mamá, un amigo trabaja en la recepción del hotel... ¿Voy a ir a saludarlo vale?
Mi padre me presta atención un momento.
-Claro, claro. Estaremos aquí.
Me levanto y miro a mi alrededor en busca de alguna pista sobre dónde ir. Veo un cartel que pone "Recepción" marcando un pasillo del que no veo el final. ¡Vaya, que fácil!
Me adentro en el pasillo ancho, tan poco iluminado como la sala anterior. O menos. Vaya, ¿Soy yo o aquí cada vez hay menos luz?
Sigo adelante cada vez mas a ciegas, hasta que llego al final del pasillo. La imagen me deja petrificada.
Me encuentro con una pequeña feria de los años 50, con su respectivo circo de monstruosidades. La diferencia es que no hay color. Todo es negro y gris, lleno de polvo y de cenizas.
Empiezo a caminar camino abajo, sin pararme en ningún puesto ni siquiera a curiosear. Me siento cansada.
-Has venido.
Miro a mi derecha sobresaltada, a un payaso triste y sin color sentado en un triciclo. Es un niño, parado al lado del mayor puesto de todos, un pequeño teatro dispuesto a enseñarme un baile de misteriosos muñecos de trapo escondidos en la sombra.
-¿Como que he venido?
-Si, aquí. A buscarles.
Me paro un momento. He venido con mis padres, pero estaban cenando en el restaurante. Es un farol.
-Es un farol.
-¿De verdad Nikki?
Con un movimiento del brazo, hace que los muñecos emerjan de las sombras. Son exactamente iguales a mis padres. Me recorre una sensación de nerviosismo que me produce náuseas.
Intento golpear al payaso, pero desaparece como humo.
Me quedo mirando los muñecos, que empiezan a bailar al son de una tétrica música de organillo. Aparece un nuevo muñeco. El payaso en triciclo. Salto encima del escenario y lo cojo antes de que pueda reaccionar. Empiezo a tirar de uno de sus brazos de trapo hasta que escucho una voz salir de él.
-¡Basta, basta!
Ver salir una voz del muñeco sin unos labios que se muevan me perturba.
-¡Explícame que quieres de mi!
-Una nueva amiga, me aburro mucho aquí.
-Dime lo que quiero saber. Ahora.
Tiro un poco mas de su brazo.
-¡Está bien! Somos un antiguo circo atrapado aquí por culpa de una maldición. El maestro de ceremonias (un hombre muy avaricioso), le pidió al diablo eliminar toda competencia. El pago fue con nuestras almas. Camino abajo hay una esfera de cristal roja, en un enorme mausoleo donde descansa el cadáver del maestro. Si rompes la esfera que contiene nuestras almas, seremos libres y te devolveré a tus padres.
Lo suelto y vuelve con todos los muñecos a las sombras del teatro. El niño reaparece al lado de éste.
-Te espero aquí... La maldición no nos permite alejarnos de los puestos.
Corro camino abajo, evitando feriantes que intentan atraerme con su música y sus aromas.
Llego al enorme mausoleo de piedra, pero la verja metálica está cerrada. Busco una piedra lo suficientemente grande como para partir la cerradura, y una vez la encuentro, intento abrir la puerta.
-Mierda, que dura está.
Golpeo aún con mas fuerza y escucho como se parte la cerradura. Aparto la puerta de un patadón y entro por fin.
Todo está lleno de polvo, impregna el aire con cada una de mis pisadas. Al fondo está el féretro donde se encuentra el cadáver del maestro de ceremonias. No veo la esfera de cristal por ningún lado. Me acerco al féretro de madera oscura, que reposa sobre una estructura de cemento con filigranas sencillas pero elegantes.
-¿Esta aquí dentro verdad? Te la llevaste a la tumba viejo...
Abro la tapa... y dentro reposa el cadáver intacto del maestro, sobre franela morada. El reposo eterno digno de un rey. Solo que no era un rey. Entre sus frías y muertas manos descansa la esfera de color rojo, reluciente.
Sin mirar más el cuerpo inerte alargo las manos y cojo rápidamente la esfera. Abro los ojos y puedo ver como el cadáver se desintegra, convirtiéndose en polvo.
Salgo corriendo camino arriba, al puesto donde me espera el payaso.
-¡La esfera! ¡Rómpela!
Tiro con mucha fuerza la esfera al suelo, con una gran sonrisa. Estalla en mil pedazos y el color y la vida empieza a regresar al lugar. Tiñe las ropas de esta gente libre ahora y los puestos vuelven a ser lo que eran.
Miro al payaso, sonriente y colorido.
-Nos has liberado, ahora podremos descansar en paz. Quiero darte un regalo para que recuerdes todo lo que has sentido hoy.
Miro el muñeco de trapo que me entrega. Su miniatura, esta vez sonriente y colorida.
-Gracias... pero libera a mis padres, y déjame salir de aquí.
-Tus padres estarán cenando donde los dejaste... no recordaran nada. La salida la tienes camino arriba, por el pasillo por el que entraste. Gracias por todo Nikki.
-De nada. ¡Feliz descanso eterno!
Me lanzo camino arriba, mientras un pasillo de feriantes me da las gracias. Una vez en la entrada del pasillo me doy la vuelta... y todo el lugar está vacío.

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